Ella era una chica rara, de extrañas costumbres. Solía refugiarse en sus libros y su música cuando el mundo se le antojaba demasiado incomprensible.
Para la mayoría de las personas entenderla era una misión imposible, mas también había un puñado de personas que no solo la comprendían, sino que también le brindaban cariño.
Por supuesto, varios chicos habían estrechado lazos con ella, pero ninguno de ellos había sabido amarla, o se habían aburrido de ella al no comprenderla.
La habían utilizado, ilusionado, arrastrado y finalmente abandonado como a un juguete estropeado.
Y aquello no hizo más que dejar huellas su corazón roto.
Un día conoció a otro chico, cuyo corazón también estaba dañado. Fue un flechazo, cosa del destino. Él cambió su mundo, le abrió la puerta a un mundo lleno de sensaciones que ella jamás imaginó. La hizo reír hasta llorar, le dió alas e incluso le ofreció la luna.
Y desde entonces ella no solo experimentó el amor, sino también el miedo. Miedo de perderle, de tener que volver a vivir sin sus caricias y su magia.
Pero todos sus miedos se apaciguan cada vez que oye su voz al otro lado del teléfono y se esfuman cada vez que él la sostiene entre sus brazos.
Así fue como el destino, caprichoso, les unió.
Y así es como debe ser, no se puede luchar contra el destino.
"Amar implica otorgarle a otra persona el poder de destruirte, confiando en que no lo hará."
TE AMO.
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