Hace frío. Me siento desorientada. Todo cuanto puedo ver es lo que la tenue luz de las farolas en la calle me permiten, colándose por las rendijas de las persianas y difuminada por las cortinas. Demasiada oscuridad, demasiada ausencia. Una pequeña habitación que se apetece demasiado grande para mi diminuto corazón pausado. ¿Por qué no vienes aquí y le das cuerda a mi reloj vital?
Cuando me faltas, siento como mis latidos se van pareciendo cada vez más a la maquinaria de un reloj. Se mueve de forma mecánica, automática, sin motivo. Tú pones ritmo a mi corazón. Si estás a mi lado, mi corazón se sincroniza a tu respiración.
Juntos podríamos componer la más bella sinfonía.
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