martes, 15 de octubre de 2013

Yuki.

Llevo prácticamente toda la noche intentando escribir esto y no hago más que borrar toda la parrafada una y otra vez.

No puedo creer que se haya ido. 
No puedo.
Sigo esperando escuchar sus pasos torpes danzando por el salón o descubrir que una vez más ha utilizado el hueco tras la puerta como esquinero.
Se me hace insoportable el vacío que han dejado su camita y sus cuencos en casa, y aún más doloroso es el vacío que ha dejado en mí.

Aún me acuerdo de la primera vez que la ví, de como me enfadé con mi novio por haber adoptado una mascota nueva. Y cómo me enamoré de ella nada más verla. Nunca antes había visto un hurón blanco que no tuviese los ojos rojos. Era pequeña, preciosa, y demasiado delgada. Estaba totalmente desnutrida y pedía a gritos un poco de cariño. Jamás olvidaré como, al alzar la mano sobre su cabeza para acariciarla, se sobresaltaba asustada, demostrando el maltrato que había sufrido con sus anteriores dueños.
Finalmente, lo que empezó como una acogida temporal en mi casa terminó siendo su hogar definitivo, en el que no llegó a pasar un año completo.




Costó muchos madrugones, esfuerzo y visitas al veterinario, pero poco a poco conseguimos que recuperase algo de peso. Cada día estaba más alegre, más viva. Recuerdo el primer día que jugó conmigo, que mordió mis zapatillas y echó a correr esperando que la persiguiese, y como perdió el miedo a que la acariciase y se convirtió en un bichito mimoso.
Me hizo sentir realmente bien conmigo misma, fue muy duro, pero merecía la pena verla mejorar día a día. 
En casa todos estábamos volcados con ella. Incluso mi padre, que no es demasiado amante de los animales le prestaba atención. Formó parte de la familia, y ahora todos la echamos de menos.



Sé que es un tanto estúpido, no solo le escribo a un animal que nunca podrá leer esto, sino que además está muerto, pero no se me ocurre otra forma de mitigar mi dolor que escribiendo y sacándolo todo fuera.



Yuki, mi pequeña luz blanca, falleció el lunes 14 de octubre de 2013, sorprendiéndonos a todos y dejándonos con el corazón en un puño. Siempre nos quedarán los buenos recuerdos, que fueron muchos, y la certeza de que hicimos cuanto pudimos (y más) por ella.
Descansa en paz, pequeña.